lunes, 30 de mayo de 2011

Demasiados ayeres


Demasiados ayeres flotan en el arroyo. A veces inquieto, fluye; a veces sereno, observa. 
Cuentan los ayeres una historia sin final. O será que culminó y como un loop no se cansa de volver. Dicen algunos que el pasado no se borra. Mi memoria selectiva prefiere ocultar detalles irrelevantes que sólo adornan banalmente este árbol que creo ser. Optamos entonces mi memoria y yo por ir de la mano y acentuar únicamente capítulos selectos, que se prestan con gracia a ser recordados. Podrá variar el lenguaje según el preciso momento en que sean narrados; según el humor con que los repita; según el oído que se atreva a escucharlos. 
Mis numerosos ayeres han sabido moldear el hoy que me abruma, que sí es uno solo, pero que pronto formará parte de aquellos. A cada instante nacen ayeres que no revelan un mañana ni ayudan a descifrarlo siquiera. Descarto por inercia efímeras líneas que quiero suprimir; aportan a la experiencia y me hacen saber qué es aquello que no quiero ni recordar, ni repetir. Y se va formando entonces un hilo cronológico (alterado, por supuesto, por mi propia voluntad) abundante de esos ayeres inolvidables, irrepetibles, que no se cansan de reaparecer. Saben hacerme sentir viva, hacerme sentir árbol, hacerme sentir arroyo, inquieto esta vez. Inquieto siempre.

 

jueves, 26 de mayo de 2011

El camino


Cenizas azules o grises acompañan el despertar y la ciudad me observa escondida a la vuelta de la esquina. Yo la miro de frente, buscando una imagen inmortal que me ayude a deshacerme de los ojos chinos. Sorbo a paso lento el néctar diario de naranja natural y doy bocanadas de humo intoxicante para amenizar la ruta reiterada. Intento sorprenderme con mínimas variaciones en el mapa: bigotes blancos en una esquina, medialunas calientes un poco más lejos. El parque que se interpone me deja ver el cielo más allá de los sonidos de otro día más que no deja de nacer.
El señor de las flores silba melodías desconocidas; los perros pasean a sus dueños; las chicas se acomodan los cabellos revueltos por el viento frío; los porteros riegan las veredas como esperando que crezca alguna flor; y nadie responde a los buendías que acostumbro a regalar. Es recurrente la idea de que no pertenezco a este mundo. Al observar con detalle las secuencias de cada caminante o pasajero de estos trenes en forma de calles, me relaja y me asusta a la vez pensar que por estos lados cada uno va en su propio mundo y entonces caigo en que yo también voy en el mío, al que creo pertenecer casi en su totalidad.
Al llegar a destino, explota disimuladamente mi burbuja de cristal y arranca la repetida rutina de convertirme en alguien que tal vez no soy, o en alguien que realmente soy pero desconozco. Fingir que es todo un eterno juego provoca risas. Y las risas siempre me gustaron. Siempre.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Sentires

Díscolo perfume de vacío en cualquier habitación. Las emociones encontradas son esos rivales más perversos. Pensamientos como dagas hieren hasta lo más profundo; sentires reproducidos en palabras casi con exactitud alguna vez -tal vez no las suficientes-, persisten en alguna esquina lúgubre e invisible. Nuevas sensaciones suplican aparecerse, pero no debería permitírseles tal cosa. Potenciados hasta el máximo, los reproches como un péndulo viajan en ambas direcciones y no cesan; rasgan el lienzo pintado alguna vez. No sobran más herramientas, pues la obra está terminada. Ni remotamente cerca de un acabado perfecto.La insistencia de seguir pintando sería en vano. El recuerdo de una buena historia persiste. Y es evidente que, como la historia misma, forma parte del pasado. Suficiente han crecido sus alas, es momento de dejarla ir. Abundarán -como siempre lo han hecho- espacios en blanco a la espera de algún trazo, de algún color: el que sea. La consigna seguirá siendo pintar, el límite es el cielo.

jueves, 5 de mayo de 2011

Sin título V


Se clava sin asco el sol en mis ojos; 
clavo la mirada en la ventana sin cristal.
Fingen las estatuas desoladas tener movimiento;
finjo ver a través de vos.
Cuentan las aves parleras sus alas una y otra vez;
cuento los minutos de vos que pierdo cada día.
Bañan las hojas frágiles de color dorado la ciudad;
baño en lágrimas turbias el agobiante desasosiego.
Dejan las agujas pasar desapercibidas a las horas;
dejo a la incertidumbre regalarme su baile infinito.
Lastiman las gotas de frío que las nubes vomitan;
Lastimo mi interior con palabras jamás dichas.
Sigue el río su viaje natural,
sigue el viento con su canto abrumador,
sigue el tiempo intentando asesinar,
sigue el cuerpo soportando tal dolor.
Sigo mirando alto para no desanimar,
Sigo siempre esa risa que me llena de color.