martes, 8 de noviembre de 2011

Sin título IX

Mientras la ciudad murmura sus últimos cantos, duermo cada noche con mi virgen calavérica. Los árboles ya no respiran, ya no crecen. Tengo las piernas cubiertas de arañas y los ojos vendados. Transito las aguas de un río turbio. Está nublado. La serpiente me arrincona; luego la veo morir ahogada. Sus branquias han colapsado. En la orilla repleta de cocos y suspiros no hago más que caminar. Aparece en mi mente un vago recuerdo de vos, de cuando caminaste conmigo y suspiramos bajo el mar.
Anoche vi morir a P; aunque en sueños, experimenté la peor de las sensaciones mezcla rara de impotencia y desasosiego frente a la muerte. La muerte siempre me ha maravillado. No ante quien la padezca, si es que en realidad es un padecer. Sino la muerte en sí. Su capacidad de hacer aflorar en uno o en miles como yo, tantas emociones desesperadas en busca de una respuesta. Y es que no existe tal cosa. No existe la muerte, no existen las respuetas. No existo yo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Si fuera el aire más espeso.


Si fuera el aire mas espeso
Y mis piernas más ligeras
Como en sueños saltaría
Y correría con tijeras.
 Si fuera el aire mas espeso
Y tu escudo aún más blando
Volaríamos riendo
Sin preguntarnos cuándo.
 Si fuera el aire más espeso
Nadaría en una nube
Cargaría en mis manos un sueño
Sueño azul que nunca tuve.
 Si fuera el aire más espeso
Me dormiría en el pasto
Flotando caminaría
Sin que me queme el asfalto.
 Si fuera el aire más espeso
A cualquier lado me escaparía
Sin siquiera que me busques
Pues en el bolsillo
En ese mismo bolsillo
Que nos sirve de cama,
De patio,
De refugio,
De cueva,
De diván
Y de abstracto lugar del que sólo nosotros estamos al tanto,
Conmigo te llevaría.



miércoles, 19 de octubre de 2011

Sin título VIII


Se burla el tiempo en nuestras caras y se ríen de nosotros las distancias. Falta poco para que llegue el día; la noche, mientras, deja con cada una de las estrellas un pensamiento descansando en la laguna. Se me agota la voz de tanto gritar al viento pero no es en vano. Él escucha.

Algún domingo


Presencia de mil almas en la calle y ausencia de mil besos en el alma. La taza vacía hace un par de horas y llena la mochila de preguntas. Afuera merma el frío y se confunden los ojos. Fijos, miran el antes. Qué lindo era el antes, piensa. Pero lo sabe ahora que ya pasó. En el historial de la memoria, los ayeres se ven felices, en su mayoría; casi fáciles. Los días por estos lados no se ven prometedores, pero intenta una y otra vez que parezcan, al menos, vivibles. Y si vivible no es una palabra, inventemos alguna que quiera decir exactamente eso que siente de a ratos.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Sin título VII


Los mosquitos de la habitación del fondo ya me estaban comenzando a molestar. El libro de fotos de Sofía estaba sobre la mesa como esperándome, así que aproveché a meterme en la cama a leer imágenes que no comprendo demasiado. Al comienzo se puso algo tedioso; los perritos y las sonrisas casi actuadas no me causaron demasiada impresión. Y como si nada, todo se convirtió en desierto.
Comencé a caminar  y los cangrejos, que tenían un cierto parecido con ajolotes amarronados, daban la sensación de detenerse cada dos segundos, luego de mínimos movimientos, como si estuvieran posando ante la nada, o ante mí. Pude entender que mis ojos eran lentes, mi mente una cámara y mis párpados el gatillo. Acerqué la mirada a la arena y los finos granos se convirtieron en esmeraldas, rubíes y trozos de ámbar gigantes. El desierto se volvió una jungla repleta de muros de cristal que luego se hicieron minúsculos  granos nuevamente. O debió ser que evocando a Carroll pero sin consumir sustancia alguna, me convertí yo en una persona del tamaño de un microbio por pocos segundos.
El desierto, repleto de cangrejos o ajolotes extrañísimos, se transformó más bien en una playa, porque a lo lejos podía divisar un mar de color gris. De hecho, todo el paisaje carecía casi completamente de colores; todo se veía gris, salvo el interminable atardecer de fondo, cuyos destellos anaranjados eran lo único que me iluminaba el camino. Su voz me decía que no pise los cadáveres de dinosaurios porque podría, tal vez, hacer revivir a alguno. Intenté hacer caso pero la playa estaba repleta de una especie de lagartos descomunales, imposibles de esquivar. Jamás imaginé, a pesar de la rareza de todo lo que me rodeaba, que con mi minúsculo pie podía hacer revivir a un cadavérico dinosaurio que, ofendido por mi mal accionar, comenzó por supuesto a perseguirme a diestra y siniestra con una voracidad fabulosa. Mientras escapaba –lo cual era muy raro, porque no es fácil escapar de una especie de velocirraptor zombie-, atiné a divisar mi reflejo en algún cristal que colgaba de un árbol; lo que me perseguía era en realidad era una especie de otro yo. Cuando logré ponerme a salvo, la voz, que me sonaba insólitamente familiar, me habló de lo onírico y lo que los mismos sueños transmiten.
Pude entonces darme cuenta de que había caído en un profundo sueño y que nada de eso era real. Pero, ¿qué intentaba decirme la voz? Desperté entonces y me encontré con ella sentada a los pies de mi cama, hablándome de lo poderosa que es la mente y lo mucho que se relaciona el inconsciente con lo real; de lo apabullante que es la rutina y la poca importancia que le damos a lo que sucede en el interior; de lo extenuante que puede llegar a ser el hecho de intentar escapar de nosotros mismos y de la suerte que tengo, una vez más, de lograr rescatar imágenes, sonidos y hasta mensajes de las profundidades de este mar que es mi cabeza.

martes, 5 de julio de 2011

Cuán azul


Fumando un sueño en la ventana, lo ve acercarse desde lejos. Casi borrosa, la imagen miente. No son lo que el otro ve.  Hablan las cigarras y en un lenguaje de silbidos cuentan historias de caminos que queman las patas. Corre, entonces, para que no duela. Cerca del mediodía las puertas se abren, las sábanas se vuelan, las miradas se cruzan, el frío se esfuma. Ante tanta pureza, el día se enfurece y para que no esté sola, llega la noche a escucharla susurrar. Tarda, pero llega. Entre el humo y los canteros, no hay melodía que valga la pena; el silencio de la calle murmura a oscuras lo que quieren escuchar. Sus mentes se vuelven blancas y la habitación esconde mil secretos. Se espesa el aire y esos ojos no dejan de encontrarse, y temen que esa sensación que los invade, se acabe en algún momento. Entre palabras, se ahogan en un ansiado sueño, y en poco tiempo -o en mucho- el ambiente se torna amarillo. Vuelve el sol a calcinar las chapas y los pájaros no se cansan de conversar; aunque frío, el aire se siente bien, se siente libre. Cubriéndose casi con cualquier cosa que encuentran, salen al asfalto que tantas veces los vio pasar. Tomando la misma ruta de siempre, se largan a caminar despacio, hablando de cuán azul es el cielo y de cuán cortos son los días por aquellos lados. Y como si volvieran a verse mil veces más –aunque saben que no es así-, en la esquina un beso les dice adiós.

lunes, 30 de mayo de 2011

Demasiados ayeres


Demasiados ayeres flotan en el arroyo. A veces inquieto, fluye; a veces sereno, observa. 
Cuentan los ayeres una historia sin final. O será que culminó y como un loop no se cansa de volver. Dicen algunos que el pasado no se borra. Mi memoria selectiva prefiere ocultar detalles irrelevantes que sólo adornan banalmente este árbol que creo ser. Optamos entonces mi memoria y yo por ir de la mano y acentuar únicamente capítulos selectos, que se prestan con gracia a ser recordados. Podrá variar el lenguaje según el preciso momento en que sean narrados; según el humor con que los repita; según el oído que se atreva a escucharlos. 
Mis numerosos ayeres han sabido moldear el hoy que me abruma, que sí es uno solo, pero que pronto formará parte de aquellos. A cada instante nacen ayeres que no revelan un mañana ni ayudan a descifrarlo siquiera. Descarto por inercia efímeras líneas que quiero suprimir; aportan a la experiencia y me hacen saber qué es aquello que no quiero ni recordar, ni repetir. Y se va formando entonces un hilo cronológico (alterado, por supuesto, por mi propia voluntad) abundante de esos ayeres inolvidables, irrepetibles, que no se cansan de reaparecer. Saben hacerme sentir viva, hacerme sentir árbol, hacerme sentir arroyo, inquieto esta vez. Inquieto siempre.

 

jueves, 26 de mayo de 2011

El camino


Cenizas azules o grises acompañan el despertar y la ciudad me observa escondida a la vuelta de la esquina. Yo la miro de frente, buscando una imagen inmortal que me ayude a deshacerme de los ojos chinos. Sorbo a paso lento el néctar diario de naranja natural y doy bocanadas de humo intoxicante para amenizar la ruta reiterada. Intento sorprenderme con mínimas variaciones en el mapa: bigotes blancos en una esquina, medialunas calientes un poco más lejos. El parque que se interpone me deja ver el cielo más allá de los sonidos de otro día más que no deja de nacer.
El señor de las flores silba melodías desconocidas; los perros pasean a sus dueños; las chicas se acomodan los cabellos revueltos por el viento frío; los porteros riegan las veredas como esperando que crezca alguna flor; y nadie responde a los buendías que acostumbro a regalar. Es recurrente la idea de que no pertenezco a este mundo. Al observar con detalle las secuencias de cada caminante o pasajero de estos trenes en forma de calles, me relaja y me asusta a la vez pensar que por estos lados cada uno va en su propio mundo y entonces caigo en que yo también voy en el mío, al que creo pertenecer casi en su totalidad.
Al llegar a destino, explota disimuladamente mi burbuja de cristal y arranca la repetida rutina de convertirme en alguien que tal vez no soy, o en alguien que realmente soy pero desconozco. Fingir que es todo un eterno juego provoca risas. Y las risas siempre me gustaron. Siempre.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Sentires

Díscolo perfume de vacío en cualquier habitación. Las emociones encontradas son esos rivales más perversos. Pensamientos como dagas hieren hasta lo más profundo; sentires reproducidos en palabras casi con exactitud alguna vez -tal vez no las suficientes-, persisten en alguna esquina lúgubre e invisible. Nuevas sensaciones suplican aparecerse, pero no debería permitírseles tal cosa. Potenciados hasta el máximo, los reproches como un péndulo viajan en ambas direcciones y no cesan; rasgan el lienzo pintado alguna vez. No sobran más herramientas, pues la obra está terminada. Ni remotamente cerca de un acabado perfecto.La insistencia de seguir pintando sería en vano. El recuerdo de una buena historia persiste. Y es evidente que, como la historia misma, forma parte del pasado. Suficiente han crecido sus alas, es momento de dejarla ir. Abundarán -como siempre lo han hecho- espacios en blanco a la espera de algún trazo, de algún color: el que sea. La consigna seguirá siendo pintar, el límite es el cielo.

jueves, 5 de mayo de 2011

Sin título V


Se clava sin asco el sol en mis ojos; 
clavo la mirada en la ventana sin cristal.
Fingen las estatuas desoladas tener movimiento;
finjo ver a través de vos.
Cuentan las aves parleras sus alas una y otra vez;
cuento los minutos de vos que pierdo cada día.
Bañan las hojas frágiles de color dorado la ciudad;
baño en lágrimas turbias el agobiante desasosiego.
Dejan las agujas pasar desapercibidas a las horas;
dejo a la incertidumbre regalarme su baile infinito.
Lastiman las gotas de frío que las nubes vomitan;
Lastimo mi interior con palabras jamás dichas.
Sigue el río su viaje natural,
sigue el viento con su canto abrumador,
sigue el tiempo intentando asesinar,
sigue el cuerpo soportando tal dolor.
Sigo mirando alto para no desanimar,
Sigo siempre esa risa que me llena de color.

miércoles, 13 de abril de 2011

A Jorge Luis

Déjeme decirle, señor, que nunca estaremos en la misma frecuencia. Ni yo lo entiendo a usted, ni usted me entiende a mi; y ésto, por razones más que obvias. Usted tiene la facilidad de emitir palabras difíciles que sobrepasan mi intelecto: me encandilan. Mi acostumbrada verborragia, en cambio, es más bien simple pero la complica su significado; mejor dicho, casi que carece de él.
Tampoco comparto varias de sus ideas; es decir, de las pocas que entiendo, no muchas me caen del todo bien. Pero no juzgo; la diversidad es buena. La monotonía produce bostezos y los bostezos nos mandan a dormir. Siempre dije que es mejor estar bien despierta.
Hay quienes lo idolatran; hay otros que lo incriminan con pura crueldad. Me mantengo imparcial, pues debo reconocer que tengo un poco de ambos. Esta es la historia de mi amor/desamor hacia Usted, a quien no me permito tutear por puro respeto. Es eso lo que le puedo brindar. Mi respeto.
De todas formas, seguiré acostumbrando mi mente a sus palabras, pues no se le debe temer a lo desconocido, sino sacarle provecho. Gracias entonces, por esa magia tan trascendente y encantadora.

Si título IV

Hola, ¿qué tal? Duermo con los ojos abiertos, beso con los ojos cerrados y tengo un nudo en la garganta.
¿Cómo saber cuándo es el momento exacto para decir ciertas cosas? Cada vez que tengo antojos de verborragia, de lo único que estoy segura es de que No es el momento justo. Esos instantes me pasan por al lado y en mi stúpida confusión no logro visualizarlos; al momento de querer sacar lo de adentro, ya pasó. Muy tarde (o muy temprano). ¿Habrá que sentarse a esperar a que se asome? ¿Y si vuelvo a no verlo?
La incertidumbre invade siempre que estoy segura de algo. Y también la ironía. ¿Será mejor no decir nada? Prefiero pensar que estoy más dispuesta a seguir equivocándome que a comenzar a callar.
"Cualquiera cuestiona, pocos responden", dijo la más Mala de todas. En lugar de cavar pozos en mi cerebro sin éxito comenzaré por hacer las preguntas adecuadas.Pero, ¿cuáles son las adecuadas? Ésa sí es una buena pregunta.
Hay que decirlo todo, largarlo, aunque siempre tal cosa venga de la mano de cientos de arrepentimientos. Me doy cuenta con el pasar de los momentos que puedo responder a casi cualquier pregunta que venga de otra persona, pero fallo en pretender que haya alguien capaz de responder lo mío. No sabré preguntar, o peor aún, no sabré aceptar cualquier respuesta que me den. De a ratos estoy casi completamente segura de que ciertas respuestas que recibo son válidas, pero temo que la verdad me de un sopapo tan fuerte que me deje abombada.
Por ahora le voy a pedir a Fogwill que desde el más allá me cuente un par de historias hasta hacerme dormir. El sueño me llama.
Hasta la próxima.

Sin título III

Los asistentes del médico guardaron silencio durante la operación, y por la mañana circuló la noticia sobre el secuestro. Apareció en la mirada del científico un destello de malicia.
Los fuegos artificiales estallaron a la hora exacta. La familia de mis primos no asistió al funeral.
Sara nunca había visto semejante eclipse.
-El lunes cocinamos comida tailandesa- dijo. Y Maribel y Elvira contaron la historia detalladamente.
-Ahora tú tendrás que aclarar las dudas, pues a Sonia le repugnan los reptiles.
Miguel buscaba mejores condiciones vida y andaba diciendo cosas raras. Acababa de decidir su futuro.
-La gente ha renunciado a sus deseos y preferencias. Yo vivo intensamente- aclaró el enfermo; no le gustaba la vigilacia del internado. -El lunes todos sabrán mi nombre.
De pronto, Pablo se calló.
-Él es el doctor. Algunos detalles son caóticos- le dijo una voz desconocida.
Su rostro estaba triste. Eva permaneció quieta y Julio caminaba distraído. Las empleadas llegaron preocupadas, no entendían el plan. Sin embargo, los colegas llegaron encantados.
Homero y Antonia se miraban en silencio, y muchos se mostraban escépticos. La sorpresa y la inquietud se apoderaron de todos.
-Ahora nuestras preocupaciones son otras- dijeron las empleadas.
El Jefe de Policía no pidió ninguna explicación por el maltrato, y ellas se sentían indignadas por el agravio sufrido.
El enfermo abandonó su rutina alimentaria, y todos ya habían asumido su destino trágico con entereza. El Jefe nunca leía el periódico, y con furia arrojó los papeles al cesto de basura. La noticia no los había dejado satisfechos.
-Nos han olvidado; nos arrojaron al abismo- dijo el enfermo, mientras el doctor negaba todo.
Los compadecieron por su mala suerte, pero la canción y el olor a eucalipto no los reconfortó.
Fernando tenía una herida en su mano izquierda y trajo en seguida una botella de jerez. Los días desafortunados habían asfixiado sus ilusiones. El Cónsul lanzó una mirada nerviosa por encima de su hombro.
-No le cuentes nada a Raquel, no explicaremos el problema- pidió. -Te deseamos buena suerte.
El abogado llegó con malas noticias para los prisioneros. Carmela pidió las copias para Rocío.
Les ofrecieron una taza de chocolate y les dieron una esperanza.
-La feria proporcionará beneficios para nosotros- dijo con entusiasmo. -Organicé un homenaje para los internos. El próximo lunes empezarán las festividades.
Exigió silencio a quienes estaban cerca y les repartieron uniformes.
El evento había sido todo un éxito, pero la bomba no tardó en explotar.
Anselmo presentó sus condolencias a los dolientes.
-Mañana aparecerán sus nombres en los periódicos.
Durante un mes, las investigadoras presentaron su resultado a la junta directiva. El público creyó todas sus palabras, pero los lectores reprocharon al autor del libro su actitud pesimista.
La tarde les transmitió un extraño sentimiento de melancolía... y los habitantes del pueblo aún recordaban el rumor de sus pasos.
Cuando despertó, la película ya había terminado.






(Estaba revisando unos libro de Lengua y Gramática Española, y en la parte de ejercicios encontré muchísimas oraciones esperando para ser analizadas. Las ordené a mi gusto y salió este texto, obviamente agregando nexos y conectores, y modificando mínimamente algunas cosas. Es un buen ejercicio para aquellos que a veces no se sienten inspirados a la hora de escribir. Lo recomiendo.)

Un rostro

Un rostro frente a tus ojos que lo miran y por favor: que no haya mirar sin ver. Cuando miras su rostro-por pasión, por necesidad como la de respirar-sucede, y de eso te enteras mucho después, que ni siquiera lo miras. Pero si lo miraste, si lo bebiste como sólo puede y sabe una sedienta como tú. Ahora estás en la calle; te alejas invadida por un rostro que miraste sin cesar, pero de súbito, flotante y descreída, te detienes, pues vienes de preguntarte si has visto su rostro. El combate con la desaparición es arduo. Buscas con urgencia en todas tus memorias, porque gracias a una simétrica repetición de experiencias sabes que si no lo recuerdas pocos instantes después de haberlo mirado este olvido significará los más desoladores días de búsqueda.
Hasta que vuelvas a verlo frente al tuyo, y con renovada esperanza lo mires de nuevo, decidida, esta vez, a mirarlo en serio, de verdad, lo cual, y esto también lo sabes, te resulta imposible, pues es la condición del amor que le tienes.



París, mayo de 1962.
Alejandra Pizarnik

Él

Él es ordenado, y limpio, y tranquilo. Pero no en exceso. Los excesos no son buenos; él lo es. Canta mientras cuelga la ropa, nos fumamos un cigarrito y hablamos del día. Él hace de mis días una vida llevadera. Él de a ratos es mi padre, muchas veces es mi amigo y siempre es mi hermano.Comprendiendo nuestras diferencias, siempre supimos llevarnos bien; muchos se sorprenden al ver la estrecha relación que tenemos. No me lo imagino de otra manera; no me imagino a mí misma sin ese pedazo de alma al que llamo hermano.
La familia no se elige, dicen. Yo lo hubiese elegido igual.

Formas de hablar

Hay tanta variedad de formas de hablar como habitantes en este mundo. En el mío, en estos inmensos recovecos mentales, las formas de hablar se traducen a escritos de múltiples procedencias. Tanto importa lo que se intenta decir como la manera en que lo hago; tanto importa el contexto como la connotación, y tanto importa de quién viene como hacia adónde va.
Surgiendo de vagas experiencias, irreconocibles recuerdos e inquietantes día-a-día, la intención es regalar estas formas de hablar a esos ojos curiosos que no se conforman. Tómenlas prestadas, háganlas propias, regálenlas a quien más quieran. Me conformo con que esas miradas me presten, aunque sea, una efímera atención.
Entonces, el objetivo se ha cumplido.

El humo de un Jazmín

El humo de un jazmín dice que no
que no vale la pena
y los zapatos ya sin suelas llevan
no detienen, solo van.
Viento en la mirada y sal en la sien
suelen entristecer a cualquiera,
derrama y duele, y sigue
porque el barco no naufraga
y las olas no están
y las nubes, que solían decir que no
ahora sólo flotan.
Cuando la luna no sonría
verás que ya no es de noche
veré nacer al día y al sol
que nunca muere
sólo nace, solo
amarrado, de nuevo, a vos.

.


Quiero
con esos ojos
que mires en mi
interior
y veas
mi verdadera
naturaleza,
y que puedas
al fin
conocer
me
.

Fragmento

-(...) Pero el ser poeta a solas no lo tengo por muy bueno. Se ha de usar de la poesía como de una joya preciosísima, cuyo dueño no la trae cada día, ni la muestra a todas gentes, ni a cada paso, sino cuando convenga y sea razón que la muestre. (...) La Poesía es amiga de la soledad; las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran y, finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican.
-Con todo eso, oí decir que es pobrísima y que tiene algo de mendiga.
-Antes es al revés, porque no hay poeta que no sea rico, pues todos viven contentos con su estado, filosofía que alcanzan pocos.


'La Gitanilla', M. de Cervantes.

Autorretrato II

Se cansó de que le digan
que los duendes no existen,
que la luna no es de queso,
que los animales se mueren,
que se dice 'te juro' y no 'te prometo'.
Se cansó de que le digan
que eso no se dice,
que no hay que eructar fuerte,
que las de su edad no se visten así.
Se cansó de llamar y que no le contesten,
de gritar y que no la escuchen,
de ser obvia y que no lo noten.
Se cansó de estar con gente que no conoce,
de estar acompañada y sentirse sola,
de poner música y no tener ganas de escuchar,
de tener sueño y que nadie la invite a dormir.
Quería que su vida cambie, aunque sea mínimamente;
y ahora dice que no.
Que quiere que todo esté como antes.
¿Te acordás que lindo que era antes?
Ella sí. Y ahí adentro hay algo que siente.

Nomás

No debe ser porque no debe ser
nomás.
Está muy lejos y se siente una eternidad
que une más de lo que separa
y llega, y todo está en calma
y se va cuando sube la mañana.
No debe ser porque no debe ser
nomás.
Coordenadas tiempo – espacio
sugieren ir más allá;
adentro un espejismo constante
propone detenerse y mirar
con cuidado
el siguiente paso a dar es una incógnita.
Secuencias oníricas revelan
que el inconsciente supera
lo real, lo terrenal.
Despierto y veo que todo sigue igual
y que no debe ser porque no debe ser
nomás.

Humo blando

Humo blando
espeso, blando
sale y vuela, flota por doquier
mancha paredes con un tinte extraño
carcome tuberías de a bocados pequeños.
Se pierde en un horizonte fugaz
hasta encontrar la salida
y volver a entrar.
Ahora no es espeso
con suavidad penetra en las vías de algún creyente.
No se pierde, vuelve
para convertirse en más
se duplica en el cosmos
invade sin miedo, satura sistemas
hasta aniquilarlos.
Destruye todo menos a sí mismo
pero ella elige absorberlo,
prefiere su dulzura y no resiste
tentación sin motivo aparente.
Ojos grises se cierran
para ir más allá
del mismo humo que la acompaña.

La Chinita

La chinita cayó en la trampa
de estampados y fantasía
la mesa grande, las manos frías
la lengua negra, el alma blanca.

Se tornó azul el cielorraso
y se arrugaron los escalones
se resbalan los camaleones
rompen cristales a martillazos.

Nadie ayuda a la chinita
trencitas largas, espalda angosta
ojos de té, mirada absorta
ve con tristeza la ventanita.

Ellos opinan de su futuro
de su ignorancia, de su pasado
de sus pies lentos pero cansados
su resistencia hacia lo seguro.

Y ya no grita, y ya no llora
solita espera el atardecer
cuando esté oscuro no podrá ver
cierra los ojos y espera su hora.

Autorretrato

No debería juzgar; no debe. No lo hace. Analiza situaciones con extremo cuidado y se enfoca en las posibles variables. Pero no lo entiende así; al menos, no del todo. A veces cree saberlo y otras veces siente que está perdida. A decir verdad, es totalmente consciente de dónde está parada, de cuán pedregoso es el terreno, de lo divertido que se hace el recorrido cuando el sol nace y de lo sola que se siente cuando bosteza la luna. Se abstrae, se observa desde arriba y vuelve a no juzgarse. Intenta excusar algunos de sus actos con el acostumbrado ‘yo soy así’. No se cree, o no cree a su yo de abajo, porque se mira como desde un satélite, a veces natural, a veces de los otros, y no cree reconocerse desde tan lejos. No es así. Quiere ser así y no puede, o no quiere ser así y tampoco puede. Sus incongruencias le causan sonrisas casi disimuladas, le divierten; aunque en los momentos en que la oscuridad abunda y las cosas son distintas, deja de reírse de sí misma y comienza a pensar en frío. En el frío de algunos, en sus propios tropiezos. Se deja caer, se deja levantar. Nunca por sí misma, siempre por el viento.

Hilos de cristal

Nos falta caminar sobre hilos de cristal
y sólo entonces podremos decir
que vivimos y que no,
que caímos dentro sin saber que estábamos fuera
y si la sombra nos hace un favor
seguiremos sin quemarnos
dejándonos florecer
como gotas de rubí
que se cansan de nacer
entre el ruido cursi de las almas
de vos, de mi
y de ninguno
porque si las sangres no se juntan
dos son nadie.

Así

Meras abstracciones de lo que no es.
Fuegos artificiales en un día de tormenta.
Olas de un mar que se va.
Caricias a un cactus.
Como la magia que en vez de comenzar, termina.
Como esas películas en las cuales esperás un final y se corta de repente.
Como esas canciones que parecen haber sido escritas solo para vos, o para las otras 5673 personas que la escuchan.
Como esas palabras que te las guardas adentro durante toda una vida para decírselas a una única persona, y cuando las decís, no causa ningún efecto en el otro.
Que te digan 'vos no sabés nada'. Y que sea verdad.
Subir las escaleras para llegar más abajo.
Encendiendo el fuego del viento.
Honestidad que arranca almas.
Vivir para no ser... ni estar.
Como que un domingo te agarre la lluvia, y vos llores y no se note, por la frescura del agua que se mezcla con la sal que fluye de tus ojos, y querés que tus párpados se sequen y no podés. Porque la lluvia sigue.
Y entonces nadie te hace el aguante.
Y vos le rogás y le rogás que venga, y no viene. Y le pedís que te espere y no te espera. Y cuando no querés, cuando lo ignorás, está justo ahí, pasando delante de tus ojos y vos con ganas de matarlo. El tiempo es así.

Viaja

Viaja, reflejo
donde puedas
del otro lado del espejo hay más.
Busca salidas, entradas,
paseos interminables
inalcanzables de este lado.
Contiguos paraísos
andurriales desiertos
poblados por lo que quieras ver,
reflejo.
Es tu elección, aprovecha;
para cuando la luz caiga
no podrás percibir ya tus pasos,
huellas borradas por el nuevo día
que nace sólo si lo deseas
pero muere
cuando tiene que morir.
Lejos, reflejo
huye sin vacilar.
De tu lado siempre es mejor
sólo tu universo te envuelve.
Y no regreses hasta saber
que ese mundo no puede ser invadido
por seres que habitan el mío, el infernal.
Sólo yo
al sosegarse mi alma
podré invitarme a pasar
y nunca mirar atrás, y jamás volver.

Mientras

Se funden sonidos entre la maleza y me pierdo en la inmensa quietud de un sendero sin destino. Caen nubes, como si nadie las viera, en forma de hilos de cristal, y satisfacen la sed de la tierra y del resto; mas no la mía. Mi sed no es de agua. Aparecen fantasmas y se esfuman porque sí, dejando libre el camino carente de luz y de sombra. Ansío la llegada de algo que desconozco, pero también temo que llegue la hora del final. Como toda historia, deberá culminar eventualmente. No sé si es muy tarde o muy temprano; cualquier opción me incomoda. El sol aún no se esconde; las estrellas aún no se apagan. Mientras, vivo.

El blanco no es blanco

Fija la mirada.
Apunta.
El blanco no es blanco
ni es claro.
Objetivo uno: desconocido.
Intento fallido; no abandonar.
Vuelve a apuntar,
vuelve a disparar.
Coordenadas imprecisas.
Se deja fallar una vez más.
Ahora es rojo.
Ahora es gris.
Ahora vuelve a tirar.
Se disipa y reaparece.
Reaparezco.

Fuera de tiempo.

Fuera de tiempo, donde todo carece de sentido y los sentidos vuelan a toda velocidad. El límite geogáafico elige desvanecerse y no existen paredes que encierren al aire, que de por sí es libre. Está afuera y adentro. Arriba y abajo. Vuela un pez sobre la hierba y por la hierba también volás vos. Todo luce borroso, ondulante, como si estuviera debajo del agua. Siento un árbol caminar detrás mío y me roza la espalda con sus brazos florecidos. No es primavera; las flores brotan igual. Descansan por un instante las nubes sobre el horizonte y bostezan viento que refresca al sol. El mar vuelve a confundirse con el cielo o se abrazan mas allá de lo que puedo percibir. Transitan sobre las piedras personas con alas, cuyas mentes vuelan más alto que sus cuerpos. Y muertos que se sientan bajo la sombra de un techo corroído que no les permite escapar de esa oscuridad elegida por ellos mismos.

Sin título II

La gente se cansa de la gente
y ella se agota a sí misma.
No llores, princesa.
Los días serán tan oscuros
como las palabras que broten de allí.
Banderas blancas se alzarán
el día en que ilumines a la primavera
con tu mera presencia.
El otoño se acerca
y trae de la mano un nuevo comienzo.
Aires buenos para tu malestar.
Frío ansioso de congelar tus pensamientos.
Arden tus manos incontrolables
y temen tocar el fondo.
Tu mirada color madera
transmite algo más que un simple llanto.
La espera se hace larga
y la noche llega a  su fin.

A

Amanece: arriba, aguas. Abajo, anclas. Antes, ansiedades acortaban aciertos. Ahora, austeridad antecede angustias. Ansía afirmaciones acumuladas añorando aquellos antes. Afuera aparecen atrasados algunos astros asimilándose a ambigüedades. Abstracciones acuerdan antiguos andares antes armoniosos, ahora asustadizos; aunque amanezca aquí abajo, abarrotados aparecerán anocheceres, aflorándose adentro alegrías alucinadas.

Voz de selva


El tiempo amenaza
Con llevarme de aquí
Hacia la nada.
Desaparecer.
El  viento no me trae
Más aires de esperanza
Desde otras tierras.
El  sol curte los suelos
Áridos y grises.
El río no me baña
Con su canto transparente.

Alas enjauladas por tus manos,
Escamas disecadas por tu abuso de poder,
Garras que ya no caminan
Por no tenerme.

Mi voz se alza
Con gritos en el aire
Susurros que no escuchas,
Enmudecidos por tu voz
Que se oye más fuerte
Pero no dice nada.
Escucha. Siente. Vive.
El llamado de la tierra
Pide consuelo a tus manos,
A tus pasos que destruyen
Más de lo que crean.

Eleva la mirada
Hombre de ciudad
Y busca en mí tu paz.
Soy la selva,
Soy el río,
Soy lo que no ves por no querer mirar.
Muero en tu ignorancia
En tu indiferencia.
Mi escaso paisaje
Pulmón de la vida
Fuente de luz verde
Que se apaga con tu sombra.

No me dejes ir
Que mi vida es la tuya
Y cuando no haya más de mí
No habrá nada.

Felina

Huye porque sabe que puede volver
Y vuelve, sin rencores
Busca su ración diaria
Calor, alimento,
Sed de caricias y hambre de nada.
No lo sufre y se nota
Y se limpia con la lengua
Y con los ojos cerrados
Ve que no pertenece a nosotros.
Y le encanta ser así.
Acicalada, limpia por fuera
Pura por dentro.
Se tiende al sol, conversa con las nubes
En idioma imaginario.
Recorre pasillos en completo silencio
Su mirada habla
Y yo la entiendo.
Porque no necesita decirlo
Porque no necesito escucharla.
Ausente comunicación
Libre amistad.
Y al final del día
Historias que no hacen falta contar
Nos miramos, nos decimos nada
Nos entendemos.
Y dormir.

Veinticuatro

Puedo decir que he vivido muchas cosas, de las buenas y de las otras. He encontrado pocas grandes amistades y he perdido muchas no tan grandes; o peor aún, se han perdido solas. He viajado sola y acompañada; he ido lejos y cerca. He olvidado y he extrañado. He saludado a la muerte de cerca. He leído hasta quedarme dormida y he escuchado las voces más lindas del mundo. Me ha acompañado la música y el silencio me ha perseguido, sin poder alcanzarme. He cocinado para alguien y la satisfacción ha sido inmensa; he degustado sidra y champagne, sushi y guiso de lentejas, y en ningún caso me he quejado. He dicho las palabras incorrectas y he callado en el momento más inoportuno. He tenido una amiga del alma y he conocido el amor, que sigue intacto. He conocido los paisajes más lindos y he disfrutado del encierro, contigo.  He escrito mucho y hablado poco, y al revés, dependiendo del momento. He comido mandarinas al sol en verano y he disfrutado un café en pleno invierno. He plantado flores y he arrancado yuyos. Me he ensuciado las manos y he mantenido la conciencia limpia. He compartido y he mezquinado, siempre que la ocasión lo amerite. He recibido presentes y he regalado mi alma. He sentido esas manos en mi piel y he abrazado todo lo que pude. He soportado insolencias y he agradecido el aguante del otro. He dormido lo suficiente. He mirado todo lo que quise. Queda tanto por delante, que todo esto parece nada. Pero a mi me alcanza.

Sin título

Unos tres o cuatro años después de aquel verano que jamás olvidarían, casi como entre sueños, ella decidió volver. Su madre le había propuesto tomarse juntas unas vacaciones al lugar que ella había conocido hace un tiempo, y del que trajo tantas historias inmemoriales. Antes de que llegara la primavera, comenzaron a ahorrar de a poco, para llegar al verano con los bolsillos cargados y la ansiedad al límite. Las horas de viaje se habían vuelto eternas, entre trasbordos y terminales, horas de espera, siestas mínimas y ganas que estallaban. Al fin, llegaron al anhelado destino. La ciudad se veía para ella casi irreconocible, desde las calles hasta el mismo aire. Todo era distinto. Luego de recorrer paisajes hasta el cansancio, su madre decidió quedarse en casa y acostarse temprano. Ella, como buscando algo o a alguien, inconscientemente, salió a caminar nuevamente. Esta vez, tomó otra ruta. Llegó a un lugar que, en épocas pasadas, hubiese reconocido, pero que ahora ya ni siquiera le era familiar, salvo por pequeños detalles. Las vigas talladas con frases del Che Guevara le dieron la pauta de que estaba donde quería. Comenzó a preguntar a cada persona que encontraba, pero nadie le daba datos concisos. Se dispuso a revisar el edificio por su cuenta. Los mozos, personas totalmente extrañas, la vieron entrar por los pasillos -los cuales eran exclusivamente para el personal del lugar- con tanta convicción que no se animaron a frenarla. Al llegar a la cocina, ni siquiera las paredes eran del mismo color. Preguntó al chef de turno si lo conocía, a él, a la persona que estaba buscando. No bastó con una detallada descripción física; el hombre no supo brindarle datos sobre el paradero del muchacho. Siguió paseando, como intentando encontrar a ese alguien tal vez ya inexistente. Cuando al fin se rindió, se tapó la cara con las manos y comenzó a caminar hacia la salida. Sin previo aviso, chocó accidentalmente con una persona alta, morena, con un delantal negro.
-¿Te acordás de mi?- le preguntó, sin esperanzas de una respuesta afirmativa.
El muchacho la miró a los ojos, esos ojos que extrañaba tanto que casi los había olvidado. Eran iguales a como él los imaginaba. Se abrazaron con la mirada y se dieron el beso más dulce del mundo. Dulce no; el beso tenía ese sabor a mar, salado e impulsivo como los de años atrás. Fue la mejor respuesta que jamás recibió.

Y así fue

Mosquitos, mosquitos. Los espanto pero me inspiran. Dándole un uso razonable a mi calurosa madrugada de insomnio, me propuse armar ésto sin fin alguno... o uno, tal vez. Animarme a que alguien me lea.
Pequeñas historias con grandes trasfondos, palabras mezcladas sin razón aparente. No pretendo gustar, sólo robar un minuto del tiempo y la atención de algún navegador perdido por las turbulentas aguas de la red.
El bonsai de la ventana me convenció. Acá estás, acá estoy.