domingo, 15 de julio de 2012

Belgrano y café

Facturas. Calor. Aroma a café. Faltaría el toque delicado de algún tabaco encendido para crear el clima invernal perfecto. No demasiada gente; la justa. Y la intensidad de la luz, a pesar de ser un tanto exagerada, me viene bien porque la acción siguiente a elegir una mesa, es sacar mi libro del momento y sumergirme en el mundo feliz de Huxley. Un tostado de jamón y queso y un café con leche son el menú de la tarde. En cada mesa hay una persona solitaria (a la espera de alguien, tal vez, o del destino) leyendo, pensando, imaginando, escribiendo. El tiempo estimado es de una hora. Tal vez el tostado -de tamaño inimaginable, que perfectamente pueden devorarlo dos o tres personas- tal vez demande un poco más de tiempo. A mi derecha, rubia de esas que ocultan canas, la señora, luego de tanto pensar, se decide por un pastel de manzana y un cortaditoAparece un muchacho muy lindo de a ratos; lo extraño es que lo vi entrar al lugar dos veces, pero nunca lo vi salir. Me mira. Lo miro. El flaco de las bolsas de pan ya lleva como cinco entradas y salidas, cada vez con dos bolsas de pan en cada mano. Afuera está gris. El mozo se cae de simpático. Los cuadros en la pared sucia son increíbles. Los quisiera todos para colgarlos quién sabe dónde. ¿Por qué servirán soda con el café? "Primero leés y después escribís", comenta el mozo al pasar. Dentro de cuarenta minutos estreno trabajo. Todos los nervios, la ansiedad y la inquietud del primer día se repiten como si nunca lo hubiera hecho antes. Es evidente que no me voy a comer el sanguche entero. ¡Cuántos señores que deambulan solitarios y beben café diario en mano hay en el mundo! O al menos en este lugar. Quisiera pedirle al hombre de barba de la mesa de enfrente que me regale la página de su diario que contiene autodefinidos y sudokus. Es increíble cómo se achica el tiempo cuando se está entretenido. Las personas de este lugar, supongo que con el afán de sonar más cordiales o simpáticos, minimizan su pedido. No en cantidad, sino en su descripción. Facturita, cafecito con un poquito de leche, juguito de naranja o de frutas tropicales. O tal vez hay diferentes tamaños de cada cosa y no estoy enterada. En una de esas, si yo hubiese pedido un tostadito en lugar de un tostado, me hubiesen traído uno de tamaño normal y uno uno tan grande como una pizza. 
En la calle el aire se vuelve más frío y pinta todo de un tono plateado, y a mí todavía me queda una hora crucial de trabajo por delante. "Geografía política", repite mi mente. Nunca jamás me lo hubiera imaginado, con lo poco que me gusta la geografía. 

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